Análisis de Spelunky - Xbox 360

Lo reconozco, soy uno de esos jugadores que antaño pasaban más tiempo estampando el mando contra el suelo que jugando. Por suerte para los menos avezados, la dificultad ha ido rebajándose conforme el sector del videojuego se iba abriendo a nuevas audiencias. Pocos son los títulos que a día de hoy suponen un auténtico reto o no incluyen una modalidad "super easy", apta para mancos.
Son muchos quienes echan de menos la frustración propia de los primeros Mega Man, escudándose en suicidios modernos como Ninja Gaiden (el original, no su versión Black) o Prinny: Can I Really be the Hero? Para todos ellos, una buena noticia: Spelunky es el juego que llevábais tiempo anhelando (con permiso de las enervantes producciones de Edmund McMillen).
SOY MINERO...
Spelunky nos mete en la piel de un explorador anónimo, ansioso por llenar sus arcas con los tesoros de una mina abandonada. Nada más comenzar su andadura topará con el diario de su predecesor, que nos instruirá en las bases del título en tres niveles a modo de tutorial. Solo deciros que los menos habilidosos llegarán a perecer varias veces en esta aproximación...
El juego dispone una serie de niveles que recorrer hasta dar con la puerta de salida, si bien nuestro objetivo es conseguir la mayor cantidad de tesoros posible: lingotes de oro y rubíes están disperso (incluso enterrados) por todo el escenario, teniendo que servirnos de ajustados saltos, bombas o nuestro látigo para obtenerlos. Cómo no, la mina está repleta de serpientes, arañas, murciélagos y demás fauna, los cuales nos pondrán las cosas difíciles en más de una ocasión (si es que precipicios y trampas no fuesen suficiente martirio).

Nunca conseguir superar un juego fue tan complicado.
Opcionalmente también portaremos ídolos y doncellas hasta la salida, lo que nos recompensará de forma imprescindible en los últimos niveles. Y es que vaciar nuestro indicador de corazones implica un fatídico destino: volver a empezar, no el nivel, sino el juego. Poco importa a los sádicos desarrolladores que estemos a un pelo de completar la aventura, lo que por otra parte no lleva más de una hora (si somos los jugadores más experimentados sobre la Tierra).
No hemos de preocuparnos pues porque los 1.200 Puntos Microsoft que cuesta el título nos sepan a poco, pues las muerte por ensayo y error serán tan frecuentes que el juego puede durarnos muchas, muchas horas. Ensayo y error si no perecemos, claro está, porque otra de sus peculiaridades es la reubicación de plataformas y enemigos a cada nuevo intento por atravesar la mina, algo que terminará por colmar la paciencia de los novatos.
Destacar por último la presencia de mercaderes (una advertencia: no tiréis ninguna bomba a su alrededor), que nos permitirán adquirir nuevas armas, bombas y objetos que hagan (ligeramente) más sencillo nuestro recorrido.
PEOR SOLO QUE MAL ACOMPAÑADO
Una opción plausible para quienes se sientan superados por la extrema dificultad de Spelunky es jugar en compañía de hasta otros tres mineros. Tan solo podremos hacerlo en local, ya que el título carece de opciones online.
Cierta coordinación mediante, os resultarán mucho más sencillo superar los retos del juego, a la par que divertido, ya que las risiones por repentina muerte de algún compañero están más que garantizadas.
En multijugador disponemos también del modo Combate Mortal, donde toda cooperación es excluida. Aquí el objetivo es fulminar a nuestros rivales antes de que nos borren del escenario (hay unos 50 diferentes). El caos en pantalla os recordará horrores a Bomberman, lo que resulta todo un garante de diversión. Una modalidad ideal para desconectar de la aventura principal en el bello arte de golpear, bombardear y fustigar amistades.

La propuesta resulta ideal para los jugadores nostálgicos.
UN ESTILO OLD SCHOOL
Acorde a su dificultad (¿cuántas veces habremos escrito la palabra a lo largo de este análisis?), Spelunky presenta un apartado gráfico acorde a los arcades más añejos, si bien desprende un encanto del que pronto os enamoraréis.
La banda sonora, por su parte, sigue las pautas machaconas de antaño, desesperándonos al tener que escuchar una y otra vez sus primeros compases cada vez que perecemos. No obstante, por alguna curiosa razón (tal vez el masoquismo inherente a ponernos frente al televisor), no sentimos la imperiosa necesidad de pulsar el botón mute.
SPELUNKY-ÍNDICE
PÁGINA 1 - Análisis.